Jordi Sierra (Barcelona, 1947) se define como un niño grande, como alguien que no le tiene respeto al riesgo de luchar por los sueños. En su caso disfrutar del suyo le costó dejar a una novia que le insistía en que dejase lo de escribir para un hobby de fin de semana y trabajase “en algo que sí te dé para comer”. “¿Si puedo trabajar siempre en lo que amo por qué tengo que dejarlo para los dos días?”, reflexiona ahora Jordi Sierra para Cronómetro de Récords. Es un hombre apasionado y enérgico que destila una seguridad en sí mismo “no le faltan varias abuelas” sólida y ciertamente contagiosa. Un pasado doloroso le sirvió para hacerse más fuerte y valorar lo que tiene. Como al ciclista Alberto Contador, al que admira y define como un “tío limpio y listo” y del que en verano le propusieron escribir un relato. El resultado es Querer es poder. Alberto Contador, editado por SM y que se centra en la época en la que el corredor estuvo ingresado en el hospital por un cavernoma cerebral congénito e ilustra pasajes que explican su pasión por la competición. El cuento presenta a un Contador convencido de poder volver a la bicicleta después de haber estado al borde de la muerte en la primera etapa de la Vuelta a Asturias, en 2005. Una historia de fortaleza.
Pese a que la conversación transcurre por teléfono, no cuesta imaginarse a Jordi Sierra gesticulando mientras habla y fruncir el ceño cuando se refiere a actitudes que no soporta. Asegura ser el autor español que más libros ha publicado y escrito, y recalca que el éxito “especialmente entre los más jóvenes” no ha cambiado su forma de ser ni de comprender y entender el mundo. “Tengo el mismo coche que hace 20 años”, añade para dar fe de que es un tipo sencillo sin más pretensión que contar historias y de aprovechar el tiempo al máximo para escribirlas. Le encanta viajar, perderse en islas perdidas “el 18 de enero, cuenta, se irá a una del Caribe” y no se permite descansar ni durante el tiempo que dura el viaje, en el que no deja de escribir. Salvo ir al cine por las noches no hace otra cosa.
¿Qué es la literatura?
Es la vida. Escribo desde que ocho años. Para mí escribir es como respirar, es algo mágico. Siempre deseé inventar historias.
¿El escritor actúa con las palabras?
No sé si es un actor. Creo que la energía está en alguna parte y que hay un tipo de gente que sabe escucharla. Y yo soy uno de ellos. De un periódico puedo sacar tres. La energía pasa a través de mí y sale convertida en una historia llena de palabras y sentimientos. Soy una especie de papel carbón.
¿Es como si las novelas estuviesen flotando en el aire y las cazaras como mariposas? Muchos escritores nos sorprendemos de que haya un libro parecido al nuestro en cualquier rincón del mundo o que un escritor se nos adelante en una historia. Todo se basa en captar o no la energía.
O en el olvido. Puedes escribir algo que consideras bueno, pero que realmente has leído en otro sitio o ya lo habías pensado y no te acuerdas.
Hoy en día, en el siglo XXI, el que crea que inventa algo se equivoca. Todo está escrito, todo está contado. La gracia está en cómo contarlo, en ser capaz de volverlo a contar de otra forma que parezca original, nueva y diferente.
Priorizando la forma con el contenido.
Sí. Cambian las palabras, cambian los gustos, cambia el público… Hay que adaptarse. Si coges un libro mío escrito con nueve o diez años [los tiene guardados en casa] verás que la forma de contar historias es la misma. Ya escribía como escribo ahora, evidentemente peor, pero con ese estilo rápido de palabra: frases cortas, puntos y aparte, mucho diálogo…
Un estilo muy directo que agiliza que escribas más libros seguidos.
No. Más no. Siempre he escrito igual. Lo que pasa es que hace unos años fui periodista, crítico musical, y estoy habituado a la rapidez. Soy lento pensando: un libro puedo tardar en pensarlo cinco, diez o veinte años, pero cuando tengo el guión hecho, me siento y lo despacho en una o dos semanas. Escribo como hablo y como pienso. No soy nada complicado, no tengo por qué demostrar nada a nadie ni pretender ser un intelectual… Quiero ser un contador de historias y tengo la facultad de saber contarlas. Comunicar es casi más importante que escribir bien, comunicar un sentimiento es fundamental.
Comunicar un sentimiento a un público más joven es más complicado. Al niño o al joven se le ha tratado siempre de tonto en televisión.
Los adultos te pueden mentir: “Me ha gustado mucho”. Pero un tío de 15 años te dice en la cara: “¡Vaya mierda!”. Y te deja frío. Son durísimos, pero tengo suerte. Me quieren.
¿Cómo se atrae a jóvenes que no leen normalmente?
Hago que les interese, que en el primer capítulo ya se metan el libro o que no puedan saltarlo en la página 30. Si lo consigo, ahí ya me pongo la medalla. Es un mérito, pero no es buscado. Escribo así. Meto poca paja, no me enrollo, no me voy por los cerros de Úbeda.
Tus libros, pues, son como un regalo desenvuelto.
Eso mismo. Mi máximo orgullo es que la mayoría de los maestros de España me lo dicen: “Macho, si quiero que un chaval no me tire un libro a la cabeza le doy un libro tuyo”. Eso me hace muy feliz.
¿Cómo te introduces en la literatura infantil? En 1978 habías sido finalista del Premio Planeta. Nada que ver.
Yo ya escribía mucho cuando era periodista, crítico y trabajaba de freelance, pero en 1978 hice un libro titulado El cazador, con el que gané el Gran Angular. Se lo di a Planeta, donde me dijeron textualmente: “Ese libro firmado por Hemingway se vendería mucho, pero firmado por ti, nada”. No sabía si ponerme a dar gritos de alegría porque me comparaban con (Ernest) Hemingway o a llorar por qué no me lo publicaban… Y lo típico, lo metí en un cajón. Hasta que en 1980 vi en un periódico que anunciaban el Premio Gran Angular de literatura juvenil y, claro, mi libro era de un tío de casi 60 años que iba a cazar un tigre. Hablaba de libertad, de independencia, de amor, de naturaleza… En el fondo sí que hablaba de valores que los jóvenes pueden entender. Lo envié y gané. Fue el famoso 23 de febrero del 81, el día del Tejero.
Vaya coincidencia…
Siempre pensé que el jurado estaba acojonado y escogieron rápido al ganador (se ríe). Aquel mismo verano el director de SM me dijo: “Oye, ¿harías libros infantiles”. Y le dije: “¿Yo? Si me encanta escribir…”. E hice como 60 cuentos. Volví a ganar el Gran Angular con …en un lugar llamado Tierra, empecé a ir a colegios… Me costó muy poco sintonizar con los jóvenes, pues veían que era como ellos y hablaba su lenguaje. Era normal que en siete de cada diez historias que se me ocurrían el prota tuviese entre 15 y 20 años. Venía de del mundo del rock, de estar con gente joven. Así que empecé a publicar mucho, a escribir aún más y bueno de ahí se ha creado la leyenda y se explica que esté a punto de llegar a los 400 libros escritos. Supongo que llegaré a finales del próximo año o a comienzos del 2011.
¿Sabes la cifra exacta?
Sí. A día de hoy, diciembre de 2009… Me estás pillando con el 389º.
¡…! ¿Cuál es la media por año?
No se puede hablar de medias. Publicados llevo 365. Hay muchos por salir y pendientes. Tengo ya concertados y programados para todo el 2010 y parte del 2011. Soy como una especie de fábrica creativa. Un bicho raro, lo sé. La gente lleva años pregúntame cómo me lo hago, que si tengo ayudas… Pero no tengo ayudas. Simplemente me gusta escribir. Por no tener no tengo ni secretaria. Mi mujer me ayuda de vez en cuando buscando algún dato.
Más que una cuestión de disciplina, lo tuyo es pura pasión por escribir.
Y disciplina. Cuando escribo un libro me levanto cada día a las diez de la mañana, trabajo de once a tres, luego como y leo la prensa y continúo escribiendo de cuatro y media a ocho y media.
Eso, pura pasión.
Es pasión, pasión total. Mi forma de trabajar no tiene nada que ver con la de los demás autores, que preparan un libro y lo escriben. Yo a veces me voy a islas pequeñitas del Caribe, gotas de tierra en el medio del mar, y ahí puedo estar dos semanas haciendo guiones. Para mí un guión es la clave de todo. ¿Por qué escribo tan rápido? Porque antes he hecho un guión tan exhaustivo que en él está la esencia de cada capítulo, lo que hacen los personajes, lo que piensan, lo que son, la escenografía… A veces llega el verano y tengo hechos siete u ocho guiones ya a punto para ser escritos. Y en verano, que es cuando no viajo, estoy cuatro meses en una montaña encerrao haciendo un libro detrás de otro. Eso no lo hace nadie. Supongo que son facultades o genios que he cultivado durante toda mi vida. Tengo un libro llamado La página escrita donde lo explico.
Con tu fundación apoyas a jóvenes valores que quieren ser escritores.
Si Josep Carreras tiene su fundación es porque tuvo leucemia. ¿Por qué la tengo yo? Porque de niño mi padre no me dejó escribir porque decía que me moriría de hambre. Lloraba si me veía escribir. Y en el colegio me machacaron por ser tartamudo, me daban palizas los chicos mayores y me decían que era tonto. Era un pésimo estudiante… Lo pasé tan mal, nadie creía en mí ni apostó ni me ayudó que de mayor pensé en la gente joven que quiere escribir y a la que no se le apoya. Por eso les ayudo. Luego esta la Fundación en Colombia, donde en 2007 hicimos talleres con 108.000 chicos. Darle libros a todo ellos se dice pronto. ¿Sabes? Hace tres años el CIS hizo una encuesta a los padres preguntando qué querían y qué no querían que fuesen sus hijos.
¿Y qué salió?
Ganaron médico y arquitecto, y en último lugar quedaron militar y escritor. Esto te demuestra en qué país estamos. ¡La gente equipara al militar con el escritor! A mí que un hijo vaya a la guerra no me gusta, pero… que sea escritor. ¿Tan malo es?
Es un oficio que se relaciona con pobreza.
Mi santo padre me decía que me moriría de hambre, que nadie consigue ganarse la vida de esto. Y yo le decía: “Si lo consigue uno, yo seré ese uno”. Demostré que se podía. Eso sí, trabajando toda la vida como un burro. Escribiendo sin parar.
Y uno de tus últimos libros es Querer es poder. Alberto Contador. ¿Un encargo editorial? ¿Se te ocurre?
Yo no hago encargos. Nunca me ha gustado que me ha gustado, pero de vez en cuando me proponen cosas que me apetecen. Como esta vez. El ciclismo es un deporte que está tan maltratado, tan denostado con el tema de las drogas… Hacía tiempo que le seguía la pista a Alberto porque me parecía un tipo limpio. Espero no equivocarme. Mi olfato me decía que era honesto, bueno. Me parecía un ejemplo muy bueno para los chavales, sobre todo para reivindicar que no todos los ciclistas toman drogas. Y de ahí que dijera que sí.
¿Hablaste con Alberto y con su familia para escribir el relato?
No hubo tiempo. Era una cosa que me pidieron urgente: él estaba en el Tour y SM quería sacarlo para septiembre. Así que con lo que había leído de Contador, lo que conocía y lo que navegué por Internet empapándome todo salió el cuento. Además, tengo una suerte.
¿Cuál?
Soy bastante buen psicólogo. Voy a un país del mundo y estoy una semana en una ciudad y puedo hacer un libro y la gente se cree que he estado viviendo allí meses o años. Capto bien la esencia de las cosas. Esa capacidad me ha servido para las novelas, para crear personajes creíbles que realmente siento y vivo y que están tomados de gente real.
¿Y cómo nace el de Contador en el cuento?
A través de las entrevistas que leí y vi sobre él, de su sonrisa, de seguir etapas en el Tour… Todo me ayudó a entender cómo era, a crear ese personaje que está en el hospital y que dice que quiere volver a la bicicleta. Después puse cuatro o cinco pinceladas de su vida, de cuando ganó su primera carrera, de cuando era niño…
¿Escribir una biografía en forma de cuento hace que el personaje sea más próximo?
No sé. En el caso del libro que presentó Nadal [Juego, set y partido] sobre el niño que jugaba al tenis era un libro de amor al tenis. El de Ronaldinho [Querido Ronaldinho] es de cuando era el héroe en el Barça. Me encantaba su sonrisa: no era un futbolista que bajase del autocar serio y cabreado como el resto, sino que siempre estaba siempre riendo y le encantaban los críos. Así que hice un libro de amor al fútbol. Y éste de Contador… A mí me da vergüenza en verano estar sentado en una butaca viendo cómo suben el Tourmalet y están sudando como cerdos. Y pienso: “¡Y yo aquí sentado en la butaca!”. Me siento un poco culpable haciendo deporte de sillón. Y encima Contador es un tío limpio, honesto y sin la necesidad de chutarse ni EPO ni nada.
Un Contador que en el relato utiliza la frase “si tu vida se refleja en los ojos de los demás, rompe los espejos”. ¿De quién es?
Ésa es mía.
Un ejemplo más de que el escritor suele hacerse autopromoción.
Creo mucho en los espejos. Supongo que porque rompí un cristal. La gente joven busca espejos porque le faltan cosas. Debes buscar a alguien que sea un espejo para ti y para mí fue John Lennon y para otro tipo de chaval un futbolista o un cantante. Cuando eres un niño tienes que buscar alguien de quien puedas aprender algo, pero cuando ya has crecido, cuando ya eres una persona, hay que romper ese espejo. Sería el equivalente a lo de matar al padre que dijo Freud.
Contador enseña una serie de valores a una sociedad que los ha perdido por completo.
Sí. O casi por completo. Los tiene olvidados. Su historia me recordó a la mía, salvando las distancias. Con ocho años tuve un accidente en el que casi pierdo un brazo, me quedé sin los tendones del brazo izquierdo, casi me quedo con la mano agarrotada, la nariz se me quedó cortada, pasé la puerta de un cristal y me dieron 40 puntos. Tenía todo el cuerpo lleno de cortes. Fue cuando descubrí que escribiendo no tartamudeaba. Sólo tenía libre la mano derecha, podía leer pero era muy incómodo. Sólo podría escribir y dibujar. Nunca olvidé aquel accidente. Y el accidente de Contador, ése que le tuvo aparcado del ciclismo… Es un buen guión para contarles a los chavales. Él, que iba para ciclista bueno, se encuentra ante la muerte, la supera y puede volver a correr.
A veces es básico que te pase algo muy grave para darte cuenta de tu potencial.
Claro que sí. Hace dos años tuve un cáncer y lo superé. Al día siguiente de que me lo dijeron me levanté y escribí 15 folios como todos los días. No me sentí ni acobardado ni impresionado… Seguí escribiendo porque sabía que era mi gran defensa contra la muerte y en seis meses lo superé. Llevo dos años y, crucemos los dedos, no ha reaparecido. En ese momento te das cuenta de que no eres inmortal, de que a lo mejor no llegas a los 100 como es mi sueño, que te puedes caer en el camino. No me replanteé la vida, pero sí pensé en qué me faltaba por conseguir, qué había conseguido. El médico dijo que en parte lo superé por mi fuerza mental, por mi entusiasmo por no rendirme y por seguir riéndome de todo.
¿Qué diferencia hay entre el Jordi Sierra de antes y el de ahora?
La gente que me conoce dice que no he cambiado, que sigo siendo el mismo burro que he sido siempre. ¡Y me encanta que me lo digan! Para mí “hacer el burro” es estar lleno de vida. Mis ideas no han cambiado. Me lo recuerdan: “Ostia, si hay algo de ti es que con él éxito con los años cuanto mayor ni te has vuelto tonto ni te has creído que eres la ostia ni el mejor escritor del mundo…”. Yo también creo que es verdad. No me siento distinto. Claro, tengo más años, me canso antes para hacer según qué…
Hombre claro… (risas)
A veces me miro al espejo y pienso: “¿Dónde ha ido mi pelo largo sobre los hombros y aquella barba? ¿Y aquella pinta de rockero que te cagas”. Han ido al pasado, aquel tiempo de mi vida pasó.
Has escrito sobre muchos temas diferentes. ¿Realmente tienes tantos intereses?
Sí, soy ese niño curioso que salta de un tema a otro. Soy un crío: todo me ilusiona, siempre digo en los colegios que nunca pierdan la ilusión, que aunque sean viejos piensen que aún tienen que aprender algo, que sean esponjas porque el día que la vida deje de interesarles será como si muriesen en vida. Esos ancianos que piensan en jubilarse para descansar…
Ya…
Eso no es vida. Pinta, escribe, no te mueras en vida yendo todo el día en un parque. A los chavales les digo que la cultura no se acaba cuando acaba el cole, que cada día hay que aprender algo. Tengo 62 años, pero todo me sigue interesando. Voy al cine cada noche, veo películas sin parar y si hay algún país en el que no he estado y pienso que puede aportarme algo voy a conocerlo. Si me hablas de cualquier tema en el mundo y no te haré un doctorado, pero sabré de qué me hablas. A veces estoy dos semanas en una isla sin televisión, sin Internet, sin periódicos. Estoy allí pensando y escribiendo guiones, pero cuando vuelvo mi mujer me ha comprado el diario cada día y me tomo un día entero para leerlos, para saber qué ha ocurrido en el mundo.
¿Cómo se genera esa ilusión en los demás?
Soy la piedra que se tira a un estanque y provoca ondas que llegan a la orilla. Nunca he sido psiquiatra, pero he tenido amigos que me han llamado pidiéndome: “Jordi, estoy deprimido, ayúdame”. Suelo dar moral, energía y ánimos a la gente.
¿Hasta qué punto pueden generar inquietudes y metas en los jóvenes los iconos juveniles?
Los espejos están allí. Los roqueros tienen su leyenda negra �”sexo, drogas y rock & roll�” y los deportistas tienen su otra parte de aureola. Fíjate cuántos niños querían ser Ronaldinho hace cinco años y cuántos quieren ser Messi ahora. Es bueno que haya una estrella que arrastre, que motive a la gente joven. Pero lo más importante es que los jóvenes entiendan que sin sacrificio, sin esfuerzo, no hay nada. Hoy en El País [por el pasado lunes 21 de diciembre] había una entrevista [de Luis Martín] a Messi en la que decía que cuando llegó a España con 12 años lloraba en su casa sin que se enterase su padre, y con su madre y hermanos en Argentina. Pagó un precio por jugar en el Barcelona, para que le ayudaran a crecer. Y ahora le han dado el FIFA World Player y ha ganado el Balón de Oro.
Sin esfuerzo no hay nada…
Cierto, y además hoy en día, en España los jóvenes ven sobre todo El Gran Hermano, programas en los que sale gente que con todo el morro se hace famosa en dos días. El éxito será muy breve si el esfuerzo ha sido mínimo. ¿Quién se acuerda de la gente que ganó grandes hermanos? Nadie. Fueron famosos efímeros. ¿Y luego qué? Si tienes un don, pero no lo cultivas, se va a la mierda. Soy escritor, pero si no me dedicase a ello todos los días de mi vida… Nadie me enseñó a escribir, aprendí equivocándome y también pagué un precio. Lo importante no es que de repente Messi sea maravilloso, sino que pagó su precio para serlo, como tantos otros lo han hecho por sus sueños.
¿Pero tiempo para soñar en estos tiempos?
¿Para soñar? Es lo único que nos queda. Si un chico joven no tiene sueños…
Es un adulto con bata.
Voy mucho a colegios y cuando pregunto si tienen sueños dicen no tienen ni idea. “¿Qué vas a estudiar?”, “Ah, no sé” (imita la voz de un chaval pasivo); “¿qué vas a hacer?”, “ah, no sé”. Me preocupa porque los sueños son la clave de todo. Los importantes se tienen en la adolescencia y marcan tu vida. Te puedes reinventar con 30-40-50 años, pero a los 15 has de inventarte.
¿Qué elementos tiene un best-seller? Has perpetrado bastantes…
Tengo 80 obras con más de cinco ediciones. Para mí un libro con esas ediciones ya se puede considerar exitoso. Tengo muchos con 20, 25, 30, 45…. Entonces… no tengo ni idea. Escribo los libros, pero una vez hechos pasan a ser del público y de los lectores. Tengo algunos que me parecen maravillosos y que se han quedado en dos ediciones, y otros que me parecen de lo más normal con 25-30. No intento hacer un best-seller o un éxito. Escribo. Lo demás no depende de mí.
La fórmula, por tanto, son los demás.
Si fuese Josh Grisham o Stephen King tendría la respuesta. “Sí, soy Josh Grisham, hago un libro de abogados y sé que voy a vender un millón de ejemplares”. Pero sé que soy Jordi Sierra i Fabra, un español medio que hace novelas.
© Toni Delgado, 24 de diciembre de 2009