Durante años, mi casa ha estado abierta a todo chico o chica que quisiera verme, contarme sus cosas o entrevistarme para un trabajo escolar, y lo mismo para jóvenes periodistas, estudiantes o licenciados con interés por mi obra. De niño supe lo que era la soledad, y lo peor, que nadie creyera en mí. Cuando empecé a publicar novelas me juré que nunca daría la espalda a nadie. Lo he cumplido siempre.
Conocedores de esta predisposición, hace también muchos años empezaron a llegarme novelas y relatos procedentes de jóvenes de toda España. Aunque tardase seis meses por culpa del trabajo o los viajes, yo leía siempre esas obras y respondía a los candidatos a escritor. El volumen llegó a ser tal que escribí una novela, “Rabia” (Ediciones SM en castellano, Cruïlla en catalán), condensando esas experiencias. Desde entonces me bastó con decirles que la leyeran porque ahí estaba todo lo que pudiera decirles yo. Sin embargo, comprendía que para muchos eso no era suficiente. Y en cada uno de ellos o de ellas me veía a mí mismo a su edad.
De niño era tartamudo, mucho. A los ocho años atravesé una puerta de cristal y me dejé en el camino casi un brazo, casi la nariz, y muchas cicatrices corporales. En el hospital, vendado, sin poder leer, que era mi pasión, empecé a escribir y descubrí que escribiendo no tartamudeaba. Fue una revelación y decidí ser escritor. Ahí empezó el calvario. Mi padre no me dejaba hacerlo, me lo prohibía, lloraba si me veía escribiendo. Decía que “eso no daba para comer” y que “me moriría de hambre”. Y para postre, en la escuela, además de maltratado por mi tartamudez me ponían ceros en lengua y literatura por culpa de mi desbordante fantasía. Resistí, escribí una novela de 500 páginas con 12 años y cuando la terminé yo tenía muy claro que sería escritor, y tanto me daba ser rico o pobre, famoso o no. Escribir es algo más que eso. Mi adolescencia fue pues traumática en este sentido. Y por extraño que parezca, en estos años, y hoy mismo, las cosas no han cambiado mucho, al contrario, en un tiempo tan materialista como este, la soledad del escritor adolescente es peor. Constantemente me dicen “mi padre no me deja escribir”, o “mi padre me dice que estudie algo que me de dinero”, o “mi padre dice que puedo escribir como hobby, pero que el dinero se gana con algo que tenga salida”. Me pregunto, ¿no hay ningún padre que le diga a su hijo o hija, simplemente, que trate de ser feliz? Yo siempre he defendido que los sueños hay que lucharlos, que es mejor ganar un euro a gusto que dos a disgusto, que en la vida la libertad es esencial, tanto como estar bien con uno mismo, y que a la larga el que hace lo que le gusta llega a ganar incluso más.
El espíritu de la Fundació Jordi Sierra i Fabra nació con toda esta historia, hace años. Por un lado es normal que un escritor quiera asegurarse de que sus archivos no se pierdan al morir, y que lo mismo que ahora los estudiosos vienen a mi casa a investigar cómo trabajo o cómo hice tal o cual novela, lo puedan hacer en el futuro. Pero por el otro mi idea era crear un centro de estudios, biblioteca infantil y juvenil, local de conferencias, escuela y dormitorios para futuros becados. Un proyecto posiblemente enorme y superior a mis fuerzas, pero que es el objetivo final de la Fundació. Naturalmente es privada y está financiada exclusivamente por mí. Pero siempre hay que confiar. La vida es lucha. Mi lema sigue siendo “Todo es posible (si tú lo quieres)”.
La Fundació Jordi Sierra i Fabra nace en España con un primer objetivo: ayudar a jóvenes escritores. ¿Cómo? De momento con un primer paso que ya está en marcha, la creación de un premio literario para menores de 18 años otorgado con el apoyo de la Fundación Santa María. Además de una dotación económica, lo más importante será que la obra ganadora la publicará Ediciones SM y la entrega tendrá lugar anualmente la noche de los premios de la Fundación Santa María, cuando se fallan el Barco de Vapor, el Gran Angular y el de Ilustración. Mejor, imposible. Este premio literario dará salida a muchos sueños infantiles y juveniles. Una vez consolidado, el futuro será tan inmenso cómo queramos que sea dentro de nuestras limitaciones.
Pero hubiera sido injusto, por mi parte, pensar sólo en España a la hora de dar forma a mi sueño. Es tal la energía, el amor, la fuerza y la amistad que he recibido de Latinoamérica en mis constantes viajes al otro lado del Atlántico, que la vocación de la Fundación se hizo rápidamente doble. He dado charlas maravillosas en muchos países, he sido invitado a ferias y congresos, tengo editores en Ecuador, Chile, Colombia, México, etc. Dar obras inéditas para ser publicadas en estos países ya era un regalo personal y una forma de mostrar mi cariño hacia ellos, pero crear allí un espejo de la propia Fundación española ha sido por supuesto algo más. Con ese espíritu he creado en Medellín, Colombia, la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra para Latinoamérica. Ambas fundaciones actuarán de forma independiente, con autonomía propia. Es más, la de Medellín, que inició sus actividades en Enero, tiene ya objetivos mucho más amplios y asentados gracias al equipo de trabajo que la dirige, formado por profesionales reconocidos del mundo cultural colombiano. Los objetivos son dar seminarios, conferencias, formar profesorado, bibliotecarios… es decir, cuanto esté relacionado con la literatura y, especialmente, con la infantil y juvenil, con especial énfasis también en la ayuda a las futuras generaciones de jóvenes escritores.
Todo proyecto personal, toda iniciativa, y más cuando hablamos de este mundo mágico que es el de los libros en el que nos movemos todos, nace con ilusión, energía y una enorme dosis de esperanzas. En el poco tiempo que ha tardado esta noticia en expandirse, puedo asegurar que los apoyos han sido muchos, sobre todo de los propios compañeros de este gremio de plumíferos que, por suerte, no estamos sujetos a los egoísmos, las rencillas o las envidias del mundo de la narrativa adulta, tan hinchado de egos y sobrado de ombligos autocomplacientes. Trabajamos para un mismo objetivo, cada cual como puede o sabe: conseguir que los jóvenes lean y, en este caso, también que escriban.
La Fundació Jordi Sierra i Fabra también es vuestra.
Jordi Sierra i Fabra, 2004.
Objetivos
La Fundació Jordi Sierra i Fabra de Barcelona, España, es una entidad privada, sin ánimo de lucro, financiada por su impulsor, con el objeto primordial de ayudar a jóvenes escritores en el inicio de su carrera literaria, además de fomentar el placer por la lectura como vehículo esencial de formación. A la implantación del Premio Literario Jordi Sierra i Fabra para jóvenes y la creación de la revista on line La Página Escrita, seguirán en el futuro nuevas iniciativas en su Centro Cultural inaugurado el 15 de abril de 2013.
Señas y datos
(Para temas de entrevistas, charlas, presentaciones o relacionados directamente con Jordi Sierra i Fabra, escribir al mail personal)
Centro Cultural de la Fundació:
c/Carreras i Candi 80, local 3 (Plaza de la Olivereta, Sants)
Tf. 93-250.61.83 (Tardes, de 4 a 8)
08028 Barcelona (España)
Sede administrativa de la Fundació:
c/ Johann Sebastian Bach nº3, 3º1ª
08021 Barcelona (España)
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Mail de Jordi Sierra i Fabra: fundacio.jsif@ibernet.com
Directora: Hortensia Galí Pérez
Mail: hgaliperez@yahoo.es
Mail de la Fundació: fundaciosierraifabra@gmail.com
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