Entrevista para Los Libros de Mi Vida (2012)

¿Por qué escribes?

¿Por qué respira la gente? Para mí es lo mismo, es una necesidad vital, una fuerza que me domina desde que era niño y con 9 o 10 años ya hacía novelas de 100 páginas. Lo necesito, me encanta, es mi vida, mi pasión. Todos los días tengo ideas, todos los días me mueven los fuegos que me impulsan a seguir y seguir. Nunca he pensado en el dinero, sólo en ser feliz. De niño nunca tuve la menor duda de que sería escritor. Y ahora, con 64 años, viendo que cada vez me queda menos, tengo más y más ganas de escribir, contar historias, vaciarme.

¿Antes de enviar el manuscrito a una editorial, alguien lo lee y te  da su opinión?

Soy cien por cien responsable de lo que publico, para bien o para mal. Tengo mi método, mi técnica, preparar el guión minuciosamente, escribir de una tirada, dejar el libro tal cual, sin corregir, para que llegue vivo y caliente al lector… Si un editor me dice que sí a una novela, que luego no me venga con cambios o retoques. Le digo que no, que me la devuelva y en paz. Y no es por seguridad o creerme que todo lo que hago está ya perfecto, es por tiempo, porque creo en la intuición y no en la perfección. Si llevo 40 años gustando a tanta gente será porque trato de ser honesto, dar lo mejor de mí, y hacerlo siempre en caliente. Para mí un libro corregido es un libro enfriado. Pierde espontaneidad. Cuando un libro está hecho ya me olvido de él y me vuelco en el siguiente. Es como un hijo, que te puede salir listo, tonto, alto, bajo, peludo, guapo, feo… pero es tu hijo. Así que cuando acabo una novela ni me la leo y, como mucho, la lee mi mujer. Si le gusta, bien. Si no, no pasa nada. Yo lo mando igual. Si el editor lo publica es porque también le gusta a él (nadie te publica porque seas Sierra i Fabra, al contrario, me devuelven bastantes obras que no encajan o no gustan y luego salen enotra editorial y en paz).

¿Qué haces cuando no escribes?

Paso medio año en Barcelona o Vallirana (mi casa en una montaña) escribiendo, y el otro medio viajando… y preparando los guiones que luego escribiré en mis dos casas. Lo único que consigue apartarme de la escritura es el cine. Desde joven he visto al menos una película cada día de mi vida (voy al cine cada noche o me veo una o dos pelis en casa), a escepción de si estoy en una isla o meditando en el Tibet o con leones en África o donde sea que no haya cines. Soy hija del cine, por eso mis novelas son tan cinematográficas.

¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Escribes muchas horas seguidas?

Mi proceso es simple, aunque es el mío y cada autor tiene el suyo. Primero la idea en la cabeza. Luego la idea germina y crece. No es igual hacer una novela policiaca que de ciencia ficción, realista o histórica. La preparación es distinta. Si es ciencia ficción, soy un dios que inventa un mundo que no existe, si es policiaca hay que conseguir que todo encaje, si sucede en Camerún… me voy a Camerún. Soy muy fiel y realista con mis obras. Cuando tengo todo preparado hago un guión exhaustivo, a mano. Suelo irme dos veces al año a isla perdidas y allí, solo, delante del mar, con un simple taparrabos a veces, sin internet, ni móvil, ni periódicos ni tele, me concentro en el guión, que es la clave de todo. Luego, escribir el libro con ordenador, en mi caso, es lo más sencillo. Una jornada mía de trabajo en Barcelona es de 11 de la mañana a 3 de la tarde, hora en que como, veo el informativo y leo el periódico, y luego de 4,30 a 8,30, hora en que ceno y me voy a cine o me pongo un par de pelis en casa. En Vallirana, en verano, trabajo dos horas menos por la mañana y una menos por la tarde, porque entonces me tumbo en el agua, en mi piscina, con una colchoneta, y dejo que mi mente explore las ideas que tengo en la cabeza. Es cuando preparo mis obras más gordas o complicadas.

¿Qué valoras más en una novela: la trama, los personajes, el estilo literario…?

Todo forma parte del resultado final. Suelo trabajar mucho mis personajes y, es curioso, en varios blogs se meten conmigo diciendo que es todo lo contrario, que no están definidos ni trabajados. Bueno, supongo que será culpa mía no haberme explicado mejor. A ver: un personaje lo creo, lo visto, le doy vida, sé como es al 100 por 100, pero… luego en la novela, sólo pongo un 10 o un 20% de ese conocimiento. ¿Por qué? Porque quiero siempre que el lector lo imagine, que lo haga suyo. Por eso no los describo nunca. Aborrezco esas novelas que en la página tres ya te han descrito al personaje, hasta con la peca en la mejilla. ¡Por Dios, tienes toda una obra para que el lector lo interprete, no digas ya de entrada si es bueno o malo o guapo o feo! Pero a pesar de eso… ya ves, hay críticas sobre el tema. Bien, es mi forma de escribir y no voy a cambiarla. En cualquier caso primero en mis novelas surge la idea, la trama, y entonces ves qué personajes pueden desarrollarla. El estilo de mis libros es mi huella dactilar, porque por lo general un lector avezado coge una novela mía sin saber que es mí y dice: “esto es un Sierra i Fabra”. El estilo es una cara de la moneda, la técnica la otra. La técnica puede aprenderse, el estilo es tuyo, naces con ello. Mis novelas de los 10 u 11 años ya tenían ese estilo, frases cortas, mucho ritmo, puntos y aparte constantes, y, sobre todo, diálogos, diálogos, diálogos, que los personajes se expresen con sus palabras. Una de mis normas es: “lo que puedan decir los personajes dialogando que no lo diga el narrador nbarrando”.

¿Piensas en el grupo de edad al que te diriges antes de pensar en la trama o eso no te influye?

No. Nunca pienso en quién va a leerme. Eso sería secuestrar mi libertad. Escribo lo que siento, como lo siento y cuando lo siento, no sigo modas, no pienso en el dinero. Lo que pasa es que tengo dos Fundaciones, vienen a verme chicos y chicas de 15 a 20 años constantemente, viajo, me escriben… Si cuando empecé muchas novelas estaban ambientadas en el mundo de la música, porque era mi mundo, ahora es normal que de cada 10 novelas en 7 los protas tengan entre 15 y 20 años, porque son mis amigos y me nutren con sus vivencias. No escribo pues para un público, sino para mí. Si yo soy honesto con lo que hago, lo normal es que eso llegue al lector. La gente cree que hago libros con temas de actualidad y que, como soy muy leído en escuelas, sigo modas o tendencias o soy muy políticamente correcto, es todo lo contrario. Muchos de mis libros están prohibidos en escuelas españolas o de latinoamérica porque se me considera peligroso: hago pensar. Mis novelas suelen ser latigazos. Lo que pasa es que a un chico que se le “obliga” a leer un libro mío, inmediatamente me odia, como yo odiaba a Cervantes en mi etapa escolar, y claro, cree que yo pertenezco al stablishment y que el libro será dirigista.

¿Cómo ves el panorama editorial que tenemos?

No soy editor, no lo sé. Lo único que puedo decir es que este año pasado, al VII Premio Literario Jordi Sierra i Fabra para Jóvenes se presentaron 92 novelas (muchás más que en premios profesionales) y que el nivel medio era la leche, o sea que hay un germen buenísimo para el futuro, con o sin crsis. El que escribe una novela con 14, 15 o 16 años, lo tiene claro.

¿Dirías que era mejor hace unos años? ¿Hay poca creatividad?

Repito lo mismo: no tengo materia para responder a esto. No soy más que un escritor que trata de hacer lo mejor que puede su trabajo, y que viaja mucho. ¿Mejor, peor? Insisto: la gente joven que se presenta a mi premio, y son ya 7 años, es muy buena. Por supuesto que copian a los maestros, como yo copiaba a otros a su edad, pero es como se aprende. Lo peor son las modas y las tendencias, que si ahora todo magos, que si ahora todo vampiros, que si ahora todo ángeles… Y las tendencias las marcan los que saben, los que dominan el oficio. Los que las siguen no hacen más que copiar. Laura Gallego, Cornelia Funke o Sierra i Fabra son lo que son. Hay que copiar a los maestros, pero luego cada cual ha de desarrollar su propia creatividad o está perdido.

¿Qué opinas de fenómenos como Harry Potter o Crepúsculo? ¿Cuál será el siguiente tema a explotar? ¿Ayudan a la literatura?

Ayudan en la medida de que crean nuevos lectores. Hace 25 años escribí una novela de 300 páginas y nadie quiso publicarla por larga (hoy se puede comprar on line, “Shakanjoisha”, en HakaBooks.com). Luego apareció Harry Potter con libros de 700 que leían hasta niños de 11 o 12 años. Esto es genial. Lo triste es que tengan que venir de fuera de España estos fenómenos y no salgan aquí con naturalidad. Todavía mamamos las tendencias del exterior. Conocí a J.K.Rowling cuando no era nadie, ni famosa ni nada, y pensé que un niño mago inglés en España tendría poco éxito. Me equivoqué. De todas formas fui a verla “para animarla” como colega (eramos 12 personas en su presentación en Barcelona). Lo malo de estos fenómenos es que acaban siendo extraliterarios, peliculas de Hollywood, la Coca.Cola regalando muñequitos y cosas así.

Sea como sea, yo huyo de las modas o las tendencias. Incluso cuando me dicen que yo he creado alguna, como sucedió con la novela realista a comiezos de los 90.

¿La próxima moda? Ni idea. Ni me importa. Yo a lo mío.

¿Hay buena oferta juvenil en España? ¿Tiene buena salud el panorama de escritores de LYJ?

Sí, buena oferta y buena salud, pero aquí tendría que hablar una hora del gran problema que nos sacude en España: la censura. Llevo años con el tema y es como darse de golpes contra una pared. Estamos peor que hace 20 años, cuando hasta las editoriales religiosas daban manga ancha, porque un libro siempre te ayuda a pensar. Hoy un chico va al cine a ver películas de sexo o violencia que no entiende, o tiene libertad en Internet, y mata bichos en un videojuego brutal, pero una novela, que siempre es mejor porque explica las cosas, es censurada si hay un taco o el tema “resulta difícil”. El simple hecho de que haya una lesbiana hace que un libro no sea leído en una escuela, por ejemplo. Es una verguenza, porque la censura lleva a la autocensura. Un escritor me dijo: “Tú escribes al año 10 libros, y si uno se te queda en el cajón, no pasa nada, pero yo hago uno, y si no lo publico, no tengo nada el año próximo, así que he de ser políticamente correcto”. Eso es muy, muy duro. El proteccionismo de los libros no se hace con el cine o los videojuegos. Así que mientras haya censura tendremos novelas blandas, dirigistas, para ser consumidas en las escuelas y poco más.

¿Qué tendría que tener una novela para convertirse en algo más, en un libro que fuera de lectura obligatoria en los institutos españoles?

Toda novela ha de ser escrita desde la libertad y el placer de quien la escribe. El resto es aleatorio, gustar, no gustar, ser recomendada o no, etc. Un libro ante todo ha de ser entretenimiento. Si encima ayuda a pensar o aporta algo, mejor. Que sea lectura “obligatoria” aterra de entrada. ¿Quién y, sobre todo, por qué, decide que sea “obligatoria”? No es lo mismo un cole religioso que uno laico, así que las motivaciones cambian. Es un tema muy peligroso.

¿Qué opinión te merecen los concursos y agentes literarios? ¿Sirven? Y de Amazon, ¿qué opinas?

Los concursos son la válvula que nos permite debutar, crecer, ponernos a prueba… Yo creo en ellos (he ganado 30 premios literarios). Los recomiendo siempre, aunque con matices. Premios como el Planeta son una cosa aparte. Claro que sirven. En cuanto a agentes literarios o Amazón… Jo, eso es distinto. Yo no he tenido agente hasta que hace cuatro años cogí una para que me llevara mi novelas adultas. Y Amazón… Ya veremos. El mundo que nois espera es incierto y solo falta que todo el mundo de su opinión sin más. Paso.

¿Cómo animarías a un niño a leer?

No se puede animar a una piedra a hacer nada, así que primero hay que convertir a la piedra en niño y hacerle tomar conciencia de su humanidad, de que respira, ríe, llora. Leer es algo más que “animar” a una persona. Si no entiende que es el aceite de su mente, la gasolina de su alma, y que eso y sólo eso (no estudiar) le hará mejor porque sabrá pensar por sí mismo… seguiremos rodeados de piedras insensibles, candidatos de mayores a todo menos a ser humanos. Salvo esto… no tengo una respuesta respuesta real para la pregunta, es decir, ninguna que no suene a palabrería dogmática. Ojalá la tuviera.

¿Algo que añadir a la entrevista?

 

No. Ya está bien.

 

Muchas  gracias