Jordi Sierra i Fabra es el primer autor de literatura infantil y juvenil con una colección propia en España. La edita Bruño desde mayo de 2003. Nacido en Barcelona, escribe desde que era niño, pero debe a la música su primera oportunidad. Se inició en ‘El Gran Musical’ de la cadena SER y ha dirigido algunas de las publicaciones musicales de más relevancia en nuestro país: ‘Disco Expres’, ‘Popular 1’, ‘Super Pop’… También ha escrito dos enciclopedias, que lo han consolidado como uno de los máximos especialistas de la música pop. Su primer premio (Villa de Bilbao, en 1975, con ‘La revolución del 32 de triciembre’) fue el inicio de una carrera de éxito y reconocimiento literario.
«Mis amigos son rockeros, no escritores»
De niño odiaba el ‘Quijote’. Le obligaban a leerlo en clase en voz alta, por ser tartamudo, pero hoy reconoce que «lo tiene todo». Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947) ha escrito 320 libros y publicado 270. Es el autor español vivo más prolífico (autora, sería Corín Tellado), el octavo más leído entre los estudiantes de la E.S.O. -una encuesta elaborada por el Ministerio de Cultura revela que le saca cuatro puntos a Camilo José Cela- y el más solicitado en las bibliotecas. Ni teme a la página en blanco -«trabajo sin parar»-, ni espera conseguir el Nobel -«quizás el Andersen, para escritores de libros juveniles»-. Se conforma con ser «libre, independiente; que nadie me gobierne y me dejen escribir».
Conserva aún las ‘Memorias de un perro’ que escribió a los doce años a escondidas de su padre, que lo quería metido en una oficina con «un trabajo digno» para el resto de su vida. «En casa éramos pobres y escribía a mano en cuadernos, con letra muy pequeña para aprovechar el espacio y no tener que comprar más hojas». Sabía de música y se las ingenió para acabar como crítico musical en la radio. Esto le permitiría hacerse un nombre para poder publicar libros. Superados sus complejos, ganó su primer certamen literario, el Villa de Bilbao, dos semanas después de enterrar a su padre. «Me dijo que si ganaba un premio creería en mí, pero me hizo la putada de morirse antes».
Difícil concretar su torrente oral, sus largas parrafadas, la explosiva pasión de Jordi Sierra i Fabra. Dice tantas cosas… Que no nació «genio», sino «currante». Que la vida es corta y tiene «demasiado que sacar fuera». Que no obliga a nadie a comprar sus libros, que se obliga a sí mismo a escribirlos. Que los Beatles cambiaron su existencia y el cine es su relax mental. Catalogado como «rockero escritor», como «historiador de música», como «escritor cinematográfico», o como «autor infantil y juvenil», desecha toda etiqueta y proclama que sólo intenta ser «un ente libre, creativo al cien por cien», y que, si tuviera más vidas, «haría más cosas y pintaría y qué se yo Porque siempre he tenido una moral a prueba de bombas».
-¿Se ha propuesto batir un récord?
-No, pero si viera lo que tengo por escribir… Yo no quería ser el que más publicara o el que más premios ganara. Soy combativo y me encanta competir, por eso cada año me meto a uno o dos certámenes literarios; y, por lo general, gano uno. Cuando acabo un libro, ya estoy pensando en el siguiente. Nunca tengo bastante. Yo me he forjado escribiendo cada día. Hay quien dice que, por escribir demasiado, no cuido mis libros. ¿Que no los cuido? Hago el guión durante años, sólo que luego escribo rápido. Para mí, el tiempo es fundamental. Cinco minutos es medio folio, y en diez minutos, tú y yo podemos hacer un hijo.
Un niño «muy puteado»
-Hay quien le critica con dureza.
-Ser el tío que más vende o el más leído en los colegios o el más solicitado en las bibliotecas, por lo visto, no tiene ningún mérito. Siempre que se habla de mí, se dice, ‘el Sierra i Fabra, ése que escribe mucho y que da charlas en los colegios’.
-¿Empezó a los ocho años!
-Yo fui un niño muy puteado. A los ocho años, digo que voy a ser escritor y lo primero que dice mi padre es que me olvide de estudiar, que eso son tonterías. En el colegio me ponían ceros por escribir fantasías, era tartamudo. Yo sé lo que es estar solo luchando por tu sueño, por tu ideal.
-Pero, ¿y si no llega a triunfar?
-Mire, llevo 20 años yendo a colegios con chicos que me dicen que quieren escribir y que sus padres no les dejan. Esa soledad que yo sufrí intento que no la pasen. Siempre tuve el deseo de ayudar a estos chicos, y por eso he creado mi propia fundación en Colombia, donde se becará a jóvenes que quieran ser escritores.
-¿Por qué no en España?
-Mi idea inicial era crear un edificio en España, una escuela con biblioteca, centro de estudios y de documentación. No soy millonario y esto no sale así, por las buenas, pero en Sudamérica es posible, porque no hace falta invertir tanto dinero. Allí se les publicará su primera obra y, en España, se convocará en marzo un premio literario dirigido a menores de 18 años a mi nombre, a cargo de la editorial SM.
-En sus charlas en los colegios, ¿cómo ve a los chavales de hoy?
-Creo que les falta marcha. Suelo pensar que, si fuera maestro, no me dedicaría a enseñar, sino a despertar. Les veo más inteligentes que los adultos, y ellos lo saben, pero no quieren utilizar esa licencia y no son curiosos. Sin curiosidad, estarán muertos en vida, les digo.
-Le preocupa, ¿no es verdad?
-España está fatal. Es el primer país en embarazos juveniles, el primero en consumo de videojuegos, el primero en consumo de drogas, el último en ordenadores por clase, el último en lectores… Así que yo les digo a mis chavales: ‘si no leéis nada, dentro de 30 años seréis los próximos tíos que matareis a la mujer y vosotras, las próximas mujeres que os dejareis matar por el marido, porque no tenéis cultura’. Les pego una marcha brutal.
-Tiene dos hijos, ¿le salieron lectores?
-Sí, yo todo lo hice rápido y joven. Mi hija cumple 33 en enero y mi hijo tiene 30. Es otra de mis teorías: haz lo que puedas ya y no esperes a mañana. Mis hijos son el libro que nunca acabas y que sabes que nunca vas a acabar. En cuanto a si son lectores… Bueno, mi hijo es una bestia que leía a Nietzsche con 15 años, pero se dedicó a estudiar cine y ahora es cámara. Mi mujer es pintora y dibuja libros para niños. Y mi hija es la oveja negra: es economista, trabaja manejando pasta. Pero no es lectora, ella es racional, su mente es matemática pura, no sé de dónde ha salido.
-¿Es más fácil escribir para niños que para adultos?
-Cuando hago un libro de cuentos, pienso en los niños, pero sin cambiar mi lenguaje. Todas mis obras presuntamente juveniles las he escrito sin saber si iban a ser editadas por una editorial u otra, en una colección adulta o juvenil. Pero sucede que mis personajes son vitales, eminentemente jóvenes. No me planteo escribir para un público determinado, hago el libro y luego lo mando al editor que creo más adecuado. Tengo libros en veinte editoriales, aunque tres o cuatro reúnen el grueso de mi obra.
-¿Qué está escribiendo ahora?
-He leído una novela sobre una historia que le ocurrió a Frank Kafka antes de morir y cuando acabé el libro me quedé con ganas de conocer más a este personaje, un hombre enigmático, sus tres mujeres, la relación con el padre… Algo sobre eso.
-¿Y qué está leyendo?
-Últimamente, he leído ‘La sombra del viento’, porque Zafón es amigo mío y cada vez que me lo encontraba en un avión me daba miedo decirle que no me había leído su libro. Hace poco intervine en un foro de Internet y el último día tuve que prometer que leería ‘El código da Vinci’.
-¿Qué le ha parecido?
-Como novelista, Dan Brown, horrible. El final es patético y no me ha gustado. Es un montón de pruebas aritméticas. Me ha parecido que sabe muy bien de qué habla, pero es como si yo monto una novela policíaca con los Beatles y los Rolling Stones y, como sé tanto de música, deslumbro, pero luego me falla la trama.
-¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?
-Tenía que alquilar los libros, no los podía comprar; no tenía biblioteca en el colegio, en casa éramos pobres, no había ni televisión. Mis vecinos me daban pan seco y diarios viejos y un trapero me pagaba dos reales por todo. Con esto, cada día alquilaba un libro, pero libros cutres. Mis orígenes en la literatura son cutres y horteras. Leía novelas de vaqueros y de gángsteres, porque por dos reales de alquiler sólo podían dar esas mierdas. Era feo y tartamudo, pero a mí me salvó la vida leer. ¿Libros malos? De acuerdo, pero luego ya leí los buenos.
-¿Qué sabe de la literatura de niños que se publica hoy en España?
-En los últimos años ha habido tanta censura que muchos autores han llegado a la autocensura, porque si hacían novelas duras corrían el riesgo de no publicarlas. Yo he llegado al punto de que, cuando una editorial me dice que sí a un libro, le exijo el compromiso de no venir después con retoques. En 2003, mi novela sobre el lesbianismo en la adolescencia (‘Al otro lado del espejo’) tuve que enviarla a un premio literario y ganarlo para que fuera publicada. Hay temas tabús. Se prefiere esconder la cabeza. Ese asunto de la adolescencia, por ejemplo. ¿Cuándo descubre una persona que es homosexual, a los 30 años? No, en la adolescencia. Y, claro, no, ¿cómo ponerlo en un libro serio, riguroso y que sirva para plantearlo en la escuela! Pero cuidado, cuando a los jóvenes se les quiere decir qué leer y cómo leer, luego se les quiere decir también cómo pensar.