Diario Atlántico (1966)

Llegó, habló y cautivó. Así es Jordi Sierra i Fabra, un escritor catalán superáctivo que usa la palabra hablada y escrita con gran maestría. “Esto no es ninguna clase de matemáticas, podéis preguntar lo que queráis”, empieza diciendo Jordi a los alumnos. Tiene un gran poder de comunicación, algo que sirve para que los chicos y chicas se lancen a un sinfín de preguntas sobre su vida, su relación con los Beatles y su obra. Emboba con sus expresiones, su actitud, sus frases geniales, mientras ellos contemplan sorprendidos al personaje.

Nada más comenzar, Sierra i Fabra advierte: “Si tartamudeo es por una sencilla razón, soy tartamudo. De niño era tartaja perdido”. Y añade: “Tiene gracia que un tartamudo haya sido locutor de radio”. Ese es el caso de este personaje, quien atribuye a su signo zodiacal, Leo, el tener mucho orgullo. “Hoy en día no me importa que se rían de mi”. Con casi doscientos libros publicados, algunos de ellos best-sellers, es como el mismo se reconoce uno de los pocos escritores que pueden vivir de este oficio.

Uno de los alumnos rompe el fuego y pregunta: “¿Cuando empezó a escribir?”. Responde: “En la vida todos nacemos para algo, y yo nací para escribir. Soy hijo único, en casa no teníamos dinero ni televisión. Leía un libro al día”. Así, poco a poco, comenzó su pasión por la lectura. Después de romper una puerta de cristal “irrompible”, Jordi se destrozó la nariz y los tendones del brazo izquierdo. En el hospital, inmóvil y aburrido, descubrió que escribiendo no tartamudeaba. Tenía 8 años. “En literatura me ponían ceros por tener fantasía”. De origen humilde, el escritor comenta que no podía permitirse el lujo de comprar un libro cada día. Vendía pan seco y diarios viejos y con dos reales alquilaba su lectura diaria. Por esos sus primeros relatos hacen referencia a sus lecturas. Tenía muy claro que quería ser escritor. “Mi vida es pasión constante, soy un tío que escribe de forma visceral, intuitiva. Me va la ficción, la novela, el ensayo, la poesía, los guiones para comics, la TV, la radio y el cine. Cuando hago algo, me vuelo en ello”.

Tardó 5 años en pensar como escribir “El joven Lennon”, uno de sus grandes éxitos. “Gracias a ese libro se sabe hoy en muchas escuelas quien era John Lennon. Para mi fue como un hermano mayor”. Asegura que los Beatles le cambiaron la vida. “Vi que eran gente como yo, que pensaban como yo, que sentían como yo, y que vivían como yo quería vivir y nadie me dejaba. Entonces empecé a luchar. Me hice hippy”.

Fichado por el Tribunal de Orden Público a los 18 años por “activista” (escribía en una revista clandestina), señala que quería cambiar el mundo. “No sé si lo conseguí, pero me divertí mucho intentándolo”. Tenía como hormigas en el culo, no podía estar quieto. “La vida te pasa y no te enteras, el tiempo pasa volando”. De día trabajaba, de noche estudiada. Iba a pie a todas partes para poder comprar un disco a la semana. Jordi se declara hiperáctivo: “En la vida, todo lo que hagas, por chorra que te parezca, sirve para algo. En mi caso, saber mucho de música me sirvió para hacerme conocido como comentarista musical, y luego pude publicar sin dificultades”.

Sierra i Fabra ha ganado grandes premios literarios, y muchos de sus títulos han superado los 100.000 ejemplares vendidos. “Escribo como un vómito. Cuando está hecho, el libro tiene vida propia, ya no tengo ningún poder sobre él. Cuando escribo lo hago para mi, si no escribo estoy muerto, he de escribir para vivir”.

–Cómo se discierne entre el que tiene madera de escritor y el infiltrado?

–A un tío como yo, que lleva publicado todo lo que he publicado, ya no hay quien le llame infiltrado, pero al que ha escrito uno o dos libros tal vez sí. Lo que me diferencia personalmente es la pasión que tengo para vivir y escribir. No tengo dificultades en escribir de todo.

–¿Se siente parte de alguna generación?

–No, supongo que algún día algún crítico verá que hay gente que nacimos a finales de los años 40 y comienzos de los 50 y somos los que estamos haciendo leer a un montón de gente. De momento yo no me siento parte de nada.

–¿Que le pide Sierra i Fabra al lector?

–Yo escribo para mi. Si alguien me lee, estupendo. Pero como tengo tantos temas, lo que más pido es respeto, amistad. Soy honesto conmigo mismo. Más que pedir sé que les doy algo a ellos. No espero nada a cambio.

–¿El escritor tiene que ser un mirón?

–Sí, mucho. Mirón, curioso, preguntón. A mi no sé como no me parten la cara cada dos por tres, porque miro demasiado y pregunto todo.

Jordi Sierra i Fabra es un gran amante de la música. “Tengo el privilegio de escuchar un disco y saber si triunfará o no. Siempre he tenido buen olfato”. Escribe con ordenador desde enero del 94.

–¿El enemigo es la imagen, la televisión?

–Yo no diría tanto, porque la imagen es un complemento. Dicen que los chicos no leen, pero es que primero hay que enseñarles también a escribir. Cada cual lleva dentro de sí su propio enemigo. No se le puede obligar a un niño a leer si no quiere, pero se le ha de explicar lo que se pierde y lo que será sin leer. Para mi un libro es un medio de entretenimiento, como un disco o una película, no sólo “cultura”. Si se le dice así, puede que acabe leyendo.

–Gonzalo Torrente Ballester dice que no se puede escribir una buena novela a los 20 años. ¿Usted que piensa?

–Evidentemente yo sé más ahora que cuando tenía veinte años. El libro que escribí a los 25 no entiendo como se publicó. Espero tener un día 80 años y reírme de lo que hago hoy, porque eso significará que he evolucionado. Pero no hay normas fijas.

–¿Deseó ser siempre escritor?

–Sí, desde que empecé a los 8 años. Siempre fue el sueño de mi vida. Vivir como escritor. No sé hacer otra cosa. Mi padre me decía que me moriría de hambre, no me dejaba escribir y me hizo estudiar aparejador, trabajé en una empresa de construcción, pero no podía parar de escribir. Nadie pudo conmigo, ni mi primer amor.

–¿Es más fácil escribir para niños que para adultos?

–Cuando hago un libro de cuentos, sí que pienso en los niños, pero sin cambiar mi lenguaje. Todas mis obras presuntamente juveniles, las he escrito sin saber si iban a ser editadas por una editorial o por otra, en una colección adulta o juvenil. Pero sucede que mis personajes son vitales, eminentemente jóvenes. Yo no me planteo escribir para un público determinado, hago el libro y luego lo mando al editor que creo más adecuado. Tengo libros en 20 editoriales, aunque tres o cuatro reúnen el grueso de mi obra. Soy fértil, lo escribo todo, el tiempo es mi enemigo. Antes de morir quiero vaciarme. Con las ideas que tengo anotadas podría pasarme ya muchos años escribiendo, y cada día tengo nuevas razones y motivos para hacerlo.

–¿La negación de la lectura es el camino a la barbarie?

–Creo que sí, totalmente. Cuando voy a un colegio y me dicen que odian leer se me ponen los pelos de punta. Es como odiarse a si mismo. Se puede ser inteligente leyendo, sin haber estudiado.

–¿Cómo se las apañó para sobrevivir en el mundo de la literatura?

–Porque empecé ganando dinero y siendo conocido en el mundo de la música. Mi primer libro fue un best-seller. Entre 1976 y 1978 lo dejé todo, la radio, las dos revistas musicales que dirigía, y me enfrenté a la vida escribiendo novelas. En un año ya ganaba más que con lo otro gracias a las ventas de mis libros. Hay que asumir riesgos y yo los asumí. Si no crees en ti mismo…

–¿En que medida los acontecimientos de su vida influyen en su trabajo?

–En los últimos años mi obra se ha vuelto más dura, más realista, porque no puedes vivir ajeno a lo que sucede a tu alrededor. Pero a pesar de ello, mantengo distancias y sigo siendo una persona alegre y divertida, extrovertida. Soy socio de Greenpeace, de Amnistía Internacional, me preocupa el mundo que me rodea y hacia donde vamos nosotros. Soy un ser humano y eso se refleja en mi obra.

–¿Que escritores le gustan?

–A lo largo de mi vida ha habido muchos. El primer libro que me impactó fue “El filo de la navaja”, de Somerset Maugham. Lo leí con 16 años y el protagonista era como yo quería ser de mayor. Luego descubrí a Heminghway y a otros. En España me gusta Delibes. El Nobel lo merecía él más que Cela.

–¿Cuantos escritores están a la altura del entendimiento de los niños?

–Poquísimos. Muchos de los libros que se escriben hoy presuntamente para niños o jóvenes son unas autenticas barbaridades, y se traducen muchas porquerías. Hay gente que no tiene ni idea de lo que son los jóvenes porque no están con ellos ni sienten ya como ellos. Cuesta más hacer un libro para niños que para adultos.

–¿Que virus padecen los niños?

–Creo que a nivel general les falta marcha. Yo digo que si fuera maestro no me dedicaría a enseñar, sino a despertar.

–¿Los libros son un camino para encontrar la verdad?

–En todo caso, ayuda. Todo lo tiene que encontrar uno mismo. Todo está en nosotros, depende de como te abras. Soy muy optimista, muy apasionado. Si lees mucho, mejor, pero es la vida la que hace tu camino. Cuanto más vital, más cosas. No hay que resignarse. La vida es dura, pero hay que vivirla con pasión.

–¿Usted es de los que se impone la disciplina de escribir todos los días y a la misma hora?

–Sí. La gente cree que uno, por ser escritor, no trabaja. A mi nunca se me ha ocurrido dejar de trabajar un día si estoy en casa. Cuando viajo o doy charlas es otra historia. Pero en casa suelo escribir de 11 a 3, y de 4 a 8. Luego me voy al cine para despejarme.

–¿El escritor cuando se hace más escritor, lee menos?

–Sí. Antes leía un libro al día, de niño, y ahora en cambio leo uno cada dos semanas. También es porque me cuesta encontrar algo que me guste.

–¿Que es la inocencia de un niño?

–Para mi ver esas caritas cuando algo les sorprende. Es como una puerta abierta por la que puede entrar todo. También es una inocencia que a veces puede ser cruel, egoísta, porque miran para si mismos.

–¿Que podría decir del oficio de escritor?

–No es un oficio, es un placer. Escribir, para mi, es el orgasmo contínuo.

–¿Que verbo desearía ejercer siempre?

–El amor. Yo soy un romántico y además no lo escondo. Yo amo, tu amas, él ama es la clave de todo.

–¿Conoce algún remedio para evitar el aburrimiento?

–Sentirse vivo cada día.

–¿Sabe que atrae a los jóvenes de hoy?

–La música, por supuesto. Es una de las fuerzas más brutales que hay. Luego todo lo que sea oponerse a algo. La oposición constante les atrae. Y es bueno que sean rebeldes y contestatarios.

–¿Es ejemplar en algo?

–Unicamente en la voluntad que siempre he demostrado para conseguir lo que quería conseguir.

–¿Le interesan todos los géneros literarios?

–Sí, yo soy un todo-terreno.

–¿Para usted que significaría no poder escribir?

–Morirme. No lo concibo. A Robert Graves, cuando ya estaba senil, le vi empezar a escribir dos líneas y luego quedarse en blanco. Es una imagen que nunca olvidaré, de total tristeza. Por eso mi sueño es morir escribiendo, con la mente lúcida y un libro más por hacer.

–¿Sabe lo único que le falta?

–Me faltan muchas cosas. Mi gran sueño es ir al espacio. Daría todo lo que tengo por estar ahí arriba solo, fuera de una nave, flotando. Me gusta coleccionar sentimientos, y tengo muchos sueños que supongo que no podré hacer, aunque ya veremos que pasa.

–¿Es escritor de sentimientos?

–Sí.

–¿Por qué la poesía ya no vende?

–Creo que esto es un error. Lo que la gente dice es que no lee poseía. ¿Pero que hacen Bob Dylan, Bruce Springsteen o Peter Gabriel? Hacen poesía cantada. Esa es la poesía de hoy. La música es el vehículo. Yo mismo escribo poesías, pero me las publico yo mismo y no pongo esos libros a la venta: son para regalar a los amigos.